Las mariposas son unas grandes artistas de la supervivencia y el engaño. Tras sus espectaculares colores, formas, y tipos de mariposas esconden talentos insospechados: resistencia al frío y la altitud, recursos para despistar o ahuyentar al enemigo, velocidad de vuelo... Mil armas de supervivencia para unos insectos frágiles sólo en apariencia.
Nada más dejar atrás la primera curva de la gran escalera de piedra, el griterío se transforma en un rumor de fondo: 5.000 estudiantes abandonan a última hora de la tarde los terrenos de la universidad St. Gabriel, en Bangkok. Un par de escalones más arriba, en un ala de esta institución católica, nos rodea un silencio museístico. A continuación se accede a un seminario con paredes recubiertas de madera y una peste a veneno contra polillas absolutamente repugnante.
Karel Cerny, austriaco con raíces checas, es experto en mariposas. Ha pasado aquí horas, días y semanas clasificando estos insectos lepidópteros con enorme velocidad y gran precisión. La universidad es un mausoleo de miles de mariposas tropicales. En las paredes yacen más de 4.000 especies, la mayor colección de Tailandia, preparadas y ensartadas en alfileres y protegidas por bolitas de paradiclorovenceno (veneno contra las polillas). Karel Cerny ha venido a esta institución para conversar con el hermano Amnuay Pinratana. El sacerdote, antiguo director del colegio, de 77 años, es autor de una antología de varios tomos sobre mariposas tailandesas diurnas y nocturnas. Ambos tienen que discutir sobre las de la familia Arctiidae, que serán las protagonistas de un nuevo tomo. Cerny planea hacer él mismo un trabajo de campo posterior, para seguir investigando sobre ellas.
Las Arctiidae son casi todas nocturnas, como sucede con la mayoría de las mariposas: sólo entre un diez y un veinte por ciento de estos lepidópteros se dedican durante el día a la búsqueda de alimento o al apareamiento. Los individuos de la mencionada familia reciben el nombre de “osos lanudos” debido a los fuertes pelos, casi como espinas, que emplean para protegerse de sus depredadores. Cerny las adora. Son capaces de todo y se adaptan como ninguna otra familia a los climas más extremos: desde el Sáhel a Laponia, desde la hierba reseca al bosque lluvioso, de las altas cordilleras a los terrenos costeros.
Estos lepidópteros llegan a establecer relaciones con diferentes plantas alimenticias, incluso venenosas, para estar mejor preparados contra enemigos. Tienen la habilidad, por ejemplo, de emitir chasquidos que molestan a cazadores nocturnos como los murciélagos: resultan irritantes para su sistema de ultrasonidos o, quizás, les recuerden el mal sabor de estas mariposas.
Al final de la expedición, Cerny espera haber llenado su frasco de anestesiar con algunas nuevas especies. Probablemente haya en Tailandia unas 600 especies de Arctiidae (en Europa son alrededor de 100), quizás, incluso, el doble. Nadie lo sabe.
Ésa es una de las características propias de Tailandia: a diferencia de India o Vietnam, aquí nunca hubo una potencia de ocupación. Por tanto, tampoco existió el típico funcionario colonial –desocupado, educado y caprichoso– que, en su tiempo libre, se dedicara a coleccionar escarabajos, mariposas, chinches, libélulas y otros insectos para, después de clasificarlos y ponerles nombre, mandarlos a los museos de Londres, París o Amsterdam. Al hermano Pinratana le gusta la velocidad con que su colega Cerny trabaja. Al fin y al cabo, siente impaciencia por ver el próximo tomo ya impreso. Por eso tiene un poco de prisa. Cuando Karel Cerny le muestra sobre un mapa del sur de Tailandia los lugares donde pretende colocar las trampas de luz –las mariposas nocturnas son atraídas por telas blancas iluminadas–, el religioso coge una mano del investigador entre las suyas. La sostiene con suavidad y la mueve solemnemente de un lado a otro como si se tratara de la cuerda de una campana: "¡Buena elección, excelente elección!", exclama.
Una estrecha lengua de tierra, que es el paso hacia la punta sur de Tailandia, obliga a todas las especies migratorias a moverse en un espacio limitado. También tienen que pasar por allí los ejemplares de arctiidae.
Que las mariposas, con su aspecto frágil, emprendan migraciones es un hecho que siempre causa asombro. Algunas especies atraviesan incluso miles de kilómetros. Famosa es, por ejemplo, la travesía de las mariposas monarca, que todos los años se trasladan desde Norteamérica a sus zonas de invernada en México, recorriendo en los casos más extremos hasta 4.000 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta.
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